miércoles, 15 de agosto de 2018

13J / M. Laura Blanco


“Esta ley no tiene política” dice una diputada, y yo me quedo congelada. Sigo el debate desde la computadora y pienso ¿De qué proyecto será que está hablando? Parece desconocer, ignorar, la política de estado, de género, que significa llevar adelante la campaña que dice “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal, seguro y gratuito para no morir”.

Yo veo desde temprano el debate en mi casa. No pude viajar y estar ahí con esa multitud de mujeres. Fuertes mujeres. No las conozco pero aprendí a sentirlas en el Encuentro Nacional de Mujeres.

Me pongo nerviosa al escuchar el discurso de algunos legisladores y entonces pongo en mute la computadora, dejo la pantalla funcionando, la imagen sigue sola.

Entonces, por mensaje, me recuerdan de la vigilia verde acá, en Resistencia.

Empiezo a pensarme ahí, con la valija de libros y revistas que decidimos como colectivo cultural  mover adonde podamos, a pie, en bici, en la vereda o en una vigilia verde. Vivimos en Resistencia, y así nos pensamos.

Nos tocó un día frío, pero no queremos reconocerlo. Con las compañeras simplemente nos mensajeamos sobre quién llevará una frazada y cómo hacemos con nuestro trabajo. Pero siempre nos pensamos ahí, resistiendo, desde acá.

Soy nueva en la lucha, pienso. Mis compañeras de facultad, del trabajo, del camino, vienen hace rato en esta parte de la historia. Sin embargo, cuando me sumo, cuando me animo a arrimarme, ellas me reciben sin preguntar demasiado. No hace falta explicar nada.

Estamos con mis compañeros, Nico y Mario, en esta mesita de libros y revistas que improvisamos para estar en esta tarde-noche de vigilia. Mientras acomodamos nuestras pocas cosas, la gente empieza a llegar a la vereda frente a la Casa de la Memoria. Hace frío y sabemos que estará más fresco entrada la noche. Estamos en Resistencia.

Temprano llegan ellas, con timidez se acercan buscando un pañuelo verde. En la calle se está armando una pantalla gigante donde transmitirán en vivo el debate en la Cámara de Diputados de la Nación. A dos cuadras y media hay otra manifestación. La de aquellos que prefieren que el aborto siga siendo clandestino y  seguir viviendo como si desconocieran la situación.

Hacemos nuestro primer mate, mientras charlamos y nos acompañamos. Los primeros en llegar, jóvenes, adolescentes, muchos aún con el uniforme de la escuela. Con timidez se acercan a mirar libros y revistas. Nosotros disfrutamos escuchar y participar de las charlas que se generan junto a nuestra mesita.

“Este libro me puede servir, para cuando empiece la carrera: Las mujeres en la historia. Porque nadie te la cuenta. Ni en la escuela ni en ningún otro lugar.” Ella tendrá unos 14 años y está tratando de deconstruir y construir otro tipo de conocimiento.

Mi compañero Nico queda tan atravesado por cada una de estas charlas de las que somos accidentalmente partícipes, que siente la necesidad, con emoción total, de contársela a cada uno de los amigos que nos visitan.

La trasnoche cae fría sobre la ciudad, pero a mi ya me encuentra en casa. Paso la noche despierta siguiendo minuto a minuto el debate y apenas amanece las compañeras nos convocan a juntar fuerzas en la calle.

Estar acuerpadas, entender solo nosotras la energía que podemos tener juntas desde distintos lugares, historias, vidas. Eso me enseñan ellas. Esperar un resultado increíble en una pantalla gigante, en una mañana helada. Ser apenas unas 50 pero sentirnos parte del millón de mujeres que están en Buenos Aires y en todo el país esperando ese resultado, que todos estamos esperando.

A 500 metros en la plaza, la gestión Capitanich está inaugurando otra pantalla gigante. La que quiere que todos vean, la que tiene presupuesto estatal, seguro y gratuito. En minutos nada más al finalizar la votación arrancará el Mundial.

Nosotras y nosotros seguimos en esta otra pantalla, por la que estuvimos toda la noche pasando frío, nervios. Por la que muchas están viendo de qué manera se legisla sobre los cuerpos.

129 votos a favor de una lucha. Mas de 1 millón de mujeres llevando la sororidad como única bandera. La  deconstrucción de muchas empezó, acompañadas y en luchas.

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