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Foto: Mercedes Alegre |
El conteo preliminar es desfavorable. Y
sin embargo, ahí estamos, apunto de subirnos a un colectivo para
hacer más de 900 kilómetros, pertrechadas como si nos fuéramos de
campamento: frazadas para pasar la madrugada de invierno, botellas de
agua, galletitas y golosinas, y por supuesto los pañuelos verdes
atados en los bolsos, en las muñecas, al cuello. El color
multiplicado como consigna de lucha y sororidad.